viernes, 28 de marzo de 2014

Espiral de infortunios.

A partir de ahí nos metimos en una espiral de infortunios que, sin saberlo, nos absorbía en su maldito remolino y no nos iba a deparar nada bueno.
Nuestras pesquisas en el despacho no dieron demasiados frutos. Encontramos la tarjeta de un club o discoteca que no aparecía en ningún registro y nadie parecía conocer.
Poco a poco los compañeros de Teresa empezaron a desfilar por la oficina y pude chequearles a todos. La mayoría estaban consternados, claramente preocupados, pero poco más sacamos en limpio. Salvo por una mujer.
Ay... la envidia y los celos... qué malos son y cuántas veces están involucrados en situaciones desagradables. Allí estaba nuestra principal sospechosa. Y el maldito Steve y su maldita fundación se negaban a darnos la potestad para vigilarla en condiciones. Qué derechos ni qué gilipolleces. Estábamos hablando de la vida de una mujer desaparecida... Pero no, ellos se aferraban a la puñetera duda razonable y nos daban largas, perdiendo un tiempo que no nos podíamos permitir. Así que sin más apoyo que el que nosotros nos pudiéramos ofrecer y sin contar con refuerzos Tyrael y yo decidimos separarnos.
Aún había que inspeccionar el apartamento de Teresa, pero alguien tenía que quedarse allí para vigilar a la científica loca. Así que sugería que el montara guardia y la siguiera si abandonaba el edificio, dado que tenía muchas más dotes que yo en esas lides. Y yo visitaría el apartamento, aprovechando los sentidos astrales para recabar toda la información que allí pudiera hallarse...
Y ahí empezaron a surgir las diferencias entre mi compañero y yo. El bastardo no me consideraba competente como para cruzar la calle sin que él me llevara de la mano. Y puesto que en temas de seguridad su palabra era la última... bueno, tuvimos unas cuantas. Al final aceptó pero yo no debía separarme de los dos agentes locales que me acompañarían hasta el lugar y tenía que informar frecuentemente. Maldita la hora en la que contesté "Sí papá, te mantendré informado cada cinco minutos..." Porque este hombre o no entiende de ironías o le importan bien poco, porque exigió ese reporte prometido, cada cinco malditos minutos.
Huelga decir que yo a estas alturas ya no me fiaba de nadie. No creo que hubiera confiado ni en mi propio padre, en caso de haberlo conocido y de que el cabrón no me abandonara, claro. Así que me aseguré de aprovechar al máximo mis sentidos Astrales. No pude ver nada de interés. Todo auras comunes y nada destacable. Y eso me recordaba el dorado fulgor de Tyrael y el recuerdo me reconcomía por dentro alimentando mi rabia. Su maldita aura brillando con toda su fuerza cuando afirmaba que yo era incapaz de cuidar de mí misma... Creo que fue eso lo que nubló mis sentidos cuando procedí a la investigación del apartamento acompañada de uno de los agentes. En mi mente los sonidos propios de un lugar abandonado se tornaron ruidos furtivos de algún delincuente. La escena no ayudaba a relajarse, estaba todo revuelto, alguien había buscado algo con mucho interés. Aunque ignoro si con éxito o no.

En ese momento yo ya no razonaba y me sonó la alarma del telecomunicador. Cinco minutos, tenía que enviar mi reporte... y mi voz angustiada, controlada apenas, pidiendo refuerzos, pues sospechaba que los intrusos seguían en el edificio, fue el detonante de las ansias sobreprotectoras de Tyrael. ¿Para qué enviarme un par de unidades de agentes de refuerzo si puede uno movilizar a las fuerzas de asalto? Pues eso, que los Swat hicieron su maldita entrada triunfal acordonando la zona y registrando hasta el último cenicero y claro, no había nadie.
La bilis llevaba un rato dejándome su asqueroso regustillo en la boca cuando tuve que agachar la cabeza ante la agente al mando mientras ella me miraba con toda la petulancia que solo una marimacho mascapuros puede, mientras acaricia la culata de su subfusil. Pero como he aprendido bien a lo largo de mi miserable existencia, con los matones y los chulos lo mejor es un gesto de aquiescencia y quitarse de en medio lo más rápido posible. Es mejor el orgullo herido y un poco de ardor de estómago a terminar el día con unos cuantos huesos rotos.

Al menos alguna pista encontré tras mi triste excursión. La tarjeta del club tenía un símbolo en su reverso, un símbolo dibujado con tinta invisible que solo la luz ultravioleta revela. Un símbolo muy particular que es utilizado como identificativo por una de las sectas primigenias... Un escalofrío recorrió mi espinazo. Si las sectas estaban involucradas teníamos problemas de los gordos.

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